domingo, 21 de octubre de 2012

Entender el dolor de espalda

Decíamos que el dolor es una señal con la cual el cuerpo nos avisa de que hemos perdido el equilibrio funcional.
El dolor es un síntoma, no es la causa del desequilibrio. Y la causa, en mi opinión, casi nunca es una sola.
Tampoco tiene que ser solamente física: la presión, la sobrecarga y la falta de apoyo emocional representan potenciales amenazas a nuestra estabilidad tanto como sus correspondientes "materiales".

He quedado dormida en mala postura sentada en un avión muchas veces, pero solo en una ocasión esto desencadenó un dolor importante: quizás porque también tuve frío durante el vuelo y no me abrigué, porque también venía de dos semanas de viaje y de muchos cambios, porque también dormí mucho menos de lo que necesitaba, porqué también la mañana después de volver ya estaba trabajando, y trabajo (también) con mi cuerpo. 
Muchas pequeñas demandas a mi sistema llegaron a agotar mis capacidades de respuesta, y  mi cuerpo me pidió que dejara de sobrevalorarme y que me cuidara: volver a mi ritmo de vida normal, descansar, hacer ejercicios adecuados, hidratarme mucho y alimentarme bien. Tres días fue lo que tardé en recuperarme por completo.
Probablemente, si hubiese pensado: "¡no me lo puedo permitir!" el dolor hubiera permanecido, o aumentado, obligándome a encontrar otras soluciones. 

Casi nunca hay una sola causa, y casi nunca hay una única solución.
En el caso de un dolor agudo, es mas fácil encontrar el factor desencadenante: también suele ser mas fácil encontrar una solución efectiva y razonablemente rápida.
En el caso de un dolor crónico, o recurrente, el cuerpo nos sigue diciendo que estamos haciendo algo de un forma que ya no nos conviene. Es una petición para que reconsideremos nuestros hábitos y patrones de postura y de movimiento, y nos planteemos un cambio.
Una frase, que se atribuye a Albert Einstein*, se adapta muy bien a esta situación: "Locura es hacer la misma cosa una y otra vez esperando obtener diferentes resultados".

* Although frequently attributed to Einstein, it should actually be attributed to Rita Mae Brown, first published in "Sudden Death", Bantam Books, New York, 1983, page 68.

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